lunes, 21 de noviembre de 2011

EN BUSCA DE LAS ESTRELLAS

Siempre andamos en busca de las estrellas…

Intentamos aferrarnos a ellas con todas nuestras fuerzas porque sabemos que no nos fallarán, que estarán a nuestro lado hasta nuestro último suspiro.

Cuando mi camino es difícil yo me aferro en pensamiento a que aparecerán, tarde o temprano aparecerán, vendrán a mí, se harán escuchar. Y tiemblo un poco menos…

Hay que pasar malos momentos para descubrir todas las estrellas del firmamento que tenemos justo a nuestro lado, a ras del suelo y a ras del cielo. Acariciándonos, hablándonos, susurrándonos, leyéndonos.

Hay caminos peligrosos, arduos, interminables.

El camino más difícil no es aquel que se recorre con los pies, por muy altas que sean las montañas a subir, por muy duras que sean las rocas a esquivar o por muy pesado que se haga el sendero llano después de horas trasegando.

El camino más difícil, el que más agota, es aquel que se hace desde el interior de uno mismo.

Dar un paso tras otro para seguir evolucionando, ahogar la angustia que nos aprieta fuertemente el pecho para ser capaces de gritarles a nuestros miedos que no nos vencerán, silenciar la tristeza y la melancolía de las ausencias que nos impiden respirar con normalidad, pronunciar una sonrisa tras otra aunque a veces se tengan ganas de llorar y no parar…

El camino más difícil es aquel que recorremos cuando estamos heridos.

En esos momentos somos caminantes entre la niebla que con los brazos abiertos agitamos su espesura intentando deshacernos de ella, que huella a huella intentamos hallar un poco de luz al final del camino para que nuestro alma no se acabe por marchitar del todo.

A momentos somos caminantes entre la niebla, todos lo hemos sido alguna vez. Y lo seguiremos siendo pase el tiempo que pase. Siempre aparecerán las tinieblas, aunque se esfumen durante un tiempo, siempre acabarán regresando con su fría tenebrosidad.

Y seremos caminantes en busca de las estrellas. De nuestras estrellas. 

Daremos pasos, nos derrumbaremos y nos volveremos a levantar como guerreros hasta conseguir desenterrar nuestra propia luz. 

La luz de nuestro amor, de nuestras sonrisas preferidas, de las pupilas de las personas a las que queremos, el eco de las voces que nos enseñan el camino de regreso a casa, las caligrafías de dedicatorias que nos hacen sentirnos alguien, las melodías de canciones que siempre nos ayudan a resurgir de las cenizas, los recuerdos de momentos vividos junto a seres queridos que ya no están pero que siempre permanecen en nuestra sangre ayudándonos a ver las cosas con más claridad.

Somos los momentos que vivimos, los pasos que damos, las palabras que decimos o escribimos, los besos y los abrazos que damos, los gestos que pronunciamos.

Somos el conjunto de las estrellas que tenemos. Somos la luz que desprendemos.

Siempre seremos caminantes entre la niebla en busca de estrellas a las que aferrarnos cuando la oscuridad umbría nos abrace.

Que nunca nos falten nuestras…

…estrellas…

Estrellas de la noche.

Estrellas que se esconden tras los rayos del sol y tras las más centelleantes sonrisas.

Estrellas del alma y el pensamiento.

Estrellas de la sangre.

Estrellas…

viernes, 11 de noviembre de 2011

EL POZO DE LAS SOMBRAS

El día amaneció más umbrío que de costumbre. Una de esas amanecidas que bien parecen crepúsculos negros se fue desperezando entre bostezos cubriendo el cielo con su tonalidad gris.
 
Mis ojos se abrieron sin muchas ganas y mi cuerpo reaccionó demasiado lento. Mis músculos perezosos no tenían fuerzas suficientes para saltar de la cama y comenzar una nueva mañana.

Una mañana de esas en las que la angustia aprieta fuertemente el pecho y te impide respirar, en las que la necesidad de abrazos constantes impera sobre todas las cosas, en las que las lágrimas luchan por deslizarse, en las que los miedos son más enérgicos que las ganas de luchar por sobrevivir. 
 
–– ¡Quiero sonreír! - grité con tanto ímpetu que mis cuerdas vocales crujieron al paso de mi voz.

–– ¡Quiero salir de aquí! - pronuncié en alto casi 100 veces intentando creer que realmente podría.

Pero todo fue en vano.

Mis pies siguieron hundiéndose en el barro fangoso de mi propio pozo.

Mi mente debilitada y cansada de no querer pensar explotó, mi corazón se rompió en mil pedazos dispuesto a llorar un mar de lágrimas de esas que no se ven pero que contaminan el alma.

Y la angustia se convirtió en un devenir de relámpagos, en una tempestad de lágrimas congeladas y vientos huracanados.

Y comenzó a nevar tan fuerte que no pude evitar temblar de miedo, la escarcha se fue aferrando a mi ropa y a mi piel, el frío fue entumeciendo mis articulaciones hasta calarse en mis huesos, mi sangre se paralizó y mi alma encharcada de tristes soledades suspiró y suspiró sin aliviarse…

Y siguió nevando fuerte mientras yo luchaba por no ahogarme del todo, en el interior de ese pozo negro. El pozo de mis sombras.

Siguió nevando fuerte…

Y en el momento más crucial e inesperado, salió el sol.

Un montón de rayos de luz provocados por la más amplia y bella de las sonrisas.

Un abrazo de los brazos del amor…y toda la escarcha congelada desapareció.

–– ¡Quiero sonreír! - grité de nuevo para mí misma.

Y al verme reflejada en sus ojos sonreí mientras algunas lágrimas por fin consiguieron arrojarse suicidas desde mis pupilas.

La angustia mermó.

Los miedos quedaron silenciados esperando su próxima visita.

Y yo…

Yo sentada en una esquina, apoyada contra la pared, mirando por la ventana y divisando de reojo el pozo negro de las sombras titilantes y acechadoras. Sabiendo que en cualquier momento, volveré a caer, volveré a sumergirme y a necesitar ser rescatada por la única persona que siempre consigue levantarme.

Volverá a nevar…

Y quizá de nuevo mi otoño me muestre la luz y con ella el camino de salida, y el regreso a casa.


martes, 1 de noviembre de 2011

DIA DE DIFUNTOS

Creo en el encanto de los momentos que consiguen perdurar en el tiempo, creo en los sueños que se hacen realidad cuando uno lucha por ellos y en aquellos que mantienen la mente despierta y el corazón en vilo.

Creo en las sonrisas radiantes que nacen desde lo más profundo del alma, en las miradas que traspasan y en los abrazos que queman la piel.

Creo en los besos que se dan sin sentirse obligado.

Creo en las gotas de lluvia que revitalizan la sangre después de las tormentas y en los rayos de sol que se ocultan detrás de las nubes negras mostrando una pincelada de esperanza.

Creo en las noches oscuras donde prevalece la luz resplandeciente de las estrellas y el halo blanco de la luna en todas sus formas.

Creo en la magia de la palabra impregnada de poesía que permanece entre los ecos del viento susurrando entre los árboles sin llegar a desaparecer.

Creo en el significado de una rosa roja imaginaria posada sobre una lápida real en los días de lágrimas amargas.

Creo en el poder de una vela encendida a tiempo como símbolo de las cenizas de lo que un día no muy lejano fue un cuerpo, un corazón, una mente, un alma, unos pensamientos, unos gestos, unos momentos, un padre.

Me basta una vela encendida, con su candor, su luz y su magia, para sentir a mis ángeles a mi lado. Porque creo en el poder de la memoria.

Me basta un montón de recuerdos de instantes y palabras con los que fabricar sonrisas cuando éstas se me apagan.

Me bastan un montón de fotografías desgastadas y palabras escritas para no olvidarme de quién soy y de dónde vengo.

No importa si no acudo al cementerio, solo son cenizas y huesos yermos lo que hay detrás del mármol negro. Para mí, en el rincón más oscuro de mi corazón, todos los días son días de luto, todas las campanas tocan a muerto, a mis muertos.

Y cuando todas las cosas no bastan, aún tengo a mi sangre latiendo enfurecida, sobreviviendo, recordándome que sigo viva, y que mientras yo esté en pie, ellos seguirán escondidos perdurando entre los rincones del tiempo.

Y cuando todas las cosas no bastan, aún tengo una rosa roja tatuada en mi pecho posada sobre unas cenizas ocultas dentro de mi corazón, para todos los días de difuntos que me quedan por vivir, para todos los instantes en los que recordar no basta para sonreír, para todos los días de lágrimas amargas y espesa niebla negra revoloteando entre los resquicios del alma, para poder conseguir las fuerzas necesarias para caminar y sonreír, para soñar y luchar, para escribir.

Me basta mi memoria, mi sangre, mi corazón, mi alma, mis recuerdos, mis sentimientos.

Me basta la luz de una vela encendida que nunca se apaga.

Me bastan las dos almas de mis ángeles dentro de mi alma.

Me basta el amor inmortal que no desaparecerá nunca porque siempre permanecerá dentro de mis venas, cantando alegre, adormecido, como quiera.

Creo en los sentimientos que nacen desde el corazón.

Me basta sentirme bien conmigo misma, quererme y saberme guerrera para enfrentarme al mundo, a la vida y a todo lo que me rodea. No hago daño a nadie. Soy sincera.

Soy lo que no esperan de mí, soy quien quiero ser…

Me basta mi memoria, mi sangre, mi corazón, mi alma, mis recuerdos, mis sentimientos, mi esencia.

Me basta la luz de una vela encendida que nunca se apaga.

Me bastan las dos almas de mis ángeles dentro de mi alma.

Me basta el amor inmortal que no desaparecerá nunca porque siempre permanecerá dentro de mis venas, cantando alegre, adormecido, como quiera.