miércoles, 28 de diciembre de 2011

HOY ES TIEMPO DE...

Hoy es tiempo de mirarme en tus ojos y calmar mis nervios.

Hoy es tiempo de sumergirme entre tus brazos y olvidar el dolor.

Hoy es tiempo de levantarme del suelo aunque mis piernas tiemblen y mi cuerpo no tenga fuerzas suficientes.

Hoy es tiempo de sonreír aunque las sonrisas se escondan y no quieran salir.

Hoy es tiempo de seguir soñando y luchando para que los sueños se hagan realidad.

Hoy es tiempo de seguir escribiendo nuevas líneas que se vayan acumulando, formando las letras de mi vida, porque escribir es lo único que soy.

Hoy es tiempo de mirar a las estrellas, al sol, a la luna, y recordar lo grandes que pueden ser las cosas sencillas.

Hoy es tiempo de colocar en las estanterías nuevas esos libros que hablan de luchas pronunciadas para tener presente siempre de dónde vengo y a dónde quiero ir.

Hoy es tiempo de recordar ensoñaciones recientes venidas del más allá para no olvidar que hay quien me ha prometido que va a estar eternamente conmigo.

Hoy es tiempo de seguir caminando y avanzando para seguir creciendo.

Hoy es tiempo de pronunciar palabras sin miedo a decir “HASTA LUEGO”.

Hoy es tiempo de morir sabiendo que a veces es más que necesario para sentirse vivo otra vez.

Hoy es tiempo de sobrevivir sin desaprovechar mis días.

Hoy es tiempo de exprimir el amor, la naturaleza, los sueños, las letras, las ensoñaciones, las sonrisas, las promesas, las ilusiones, los recuerdos…

Hoy es tiempo de avanzar, de seguir en pie, de VIVIR…

Ahora es MI tiempo…

viernes, 16 de diciembre de 2011

ADULTERANDO LA REALIDAD

Sucede que a veces la única manera de sobrevivir, es adulterando la realidad.

Intentar vivir la vida de otras personas a través de los libros que otros han escrito porque tú eres incapaz de escribir una sola línea de los tuyos, intentar sumergirte en los mundos de series televisivas para no pensar, intentar hacer tuya esa melodía que tanto te gusta y no escuchar nada más, intentar mantener la cabeza distraída elaborando regalos, cartas y postales con la mayor ilusión pensando en sus destinatarios.

Intentar olvidar.

Sin embargo como todas las cosas en la vida, cuando pasan los efectos de las adulteraciones, la realidad regresa con más fuerza que nunca y acaba golpeándote en la cara.

Como una ola salvaje de 10 metros, te abofetea fuertemente haciéndote daño, haciéndote volver…

Y de nuevo te deprimes al vislumbrar lo que te rodea, de nuevo te vienes abajo al sentir que ya nada será igual, al verte dentro de un pozo negro sin fondo en el que has caído y solo el amor te puede rescatar.

Y de nuevo tienes la sensación de querer adulterar la realidad, pero sabes que hay ciertas cosas que ya de nada te servirán.

Por eso te encuentras frente al espejo otra vez, mirándote, intentando reconocerte.

Intentando ahogar tus lágrimas a base de recuerdos. Regresando al presente todo aquello que te hacía reír, todos los buenos momentos que se extinguieron hace tiempo, regresando todas las palabras que te han dicho vía email personas que se preocupan por ti, regresando todos los libros firmados y dedicados, las cartas, los marcapáginas. Regresando viajes y experiencias vividas, regresando recuerdos del pasado al presente.

Intentando caminar y seguir en pie. Intentando vivir, sobrevivir.

De nada sirve huir.

Adulterando la realidad con algo factible, con algo que si ha existido y que sigue existiendo, con algo que permanece.

Así, la espera a que el amor regrese se hará más llevadera.

Así, quizá la realidad se hará más soportable.

Adulterando la realidad sabiendo que esta vez no habrá efectos secundarios, porque el amor, el cariño, la amistad y la amabilidad, únicamente dejan en el corazón efectos beneficiarios.

Sabiendo que esta vez no debes conformarte con dejar la vida pasar, porque ya lo hiciste en el pasado y solo conseguiste tiempo desaprovechado.

Adulterando la realidad a base de realidad, para que luego no duela, para que las heridas no sangren más al regresar.

Sucede que a veces la única manera de sobrevivir, es adulterando la realidad.


jueves, 1 de diciembre de 2011

LAS LUCES DE NAVIDAD

Es inevitable mirar por la ventana y no recordar.

Ahora que la oscuridad comienza a media tarde, me sorprendo a mí misma observando a través del cristal del balcón, los salones de los edificios de enfrente.

Veo como la gente mira la televisión, como hablan entre ellos, como se pierden a través de la pantalla de un ordenador, y me siento distinta. Distinta a otros inviernos. 

El frío ya ha llegado, las lluvias a intervalos aparecen y desaparecen, y al mirar el calendario y darme cuenta de que Diciembre ya está aquí, me es inevitable no recordar.

Recuerdo cuando todo era más fácil, cuando deseaba que llegaran estas fechas y comenzaba a preparar los decorados navideños con la ilusión de una niña. Cuando planeaba qué regalar, cuando creaba relatos para cada miembro de la familia y para los amigos, cuando sonreía ilusionada y llena de expectación con ansias por descubrir sus reacciones al leer o al abrir el paquete del envoltorio, cuando todos juntos brindábamos por un nuevo año y nos atragantábamos al comer apresurados las uvas. 

Ahora mi única ilusión es leer libros para alejarme de la realidad, escribir historias donde las cosas son como yo quiero que sean, ver series o películas junto al hombre de mi vida y no pensar.

Ahora mi única ilusión es mirar mi muñeca Monster High en la estantería y peinar su pelo morado jugando a ser pequeña otra vez pero sabiendo que esos tiempos de entonces jamás van a volver, comer el chocolate de los calendarios de adviento en busca de sorpresas y las chucherías de la bota de Papá Noel de la tienda Belros del Carrefour de mi ciudad. Parezco idiota intentando apaciguar la tristeza con el azúcar del chocolate.

Cuando miro los abetos, las guirnaldas, los belenes, dentro de mí siento que ya no queda nada de esa niña ilusionada.

Este año, cuando camine de la mano de mi amor por las calles de mi ciudad, al abrigo de los portalones cercanos a la Plaza Mayor, mirando los puestos de todos los años, en busca de un gorro peruano para el abuelo, y vea brillar las luces de colores, vea las sonrisas de la gente, dentro de mí navegará un sentimiento de nostalgia profunda.

Llevo semanas pensando en ello intentando hacerme a la idea, intentando buscar la manera de sobrevivir a estas fiestas con entusiasmo.  

Sé que el amor me ayudará a sobrevivir. El amor siempre saca lo mejor de nosotros, siempre es nuestra tabla de salvación.

Sé que el amor me ayudará a sobrevivir en ese momento en el que las luces de la ciudad brillen y las de mi alma quieran apagarse unos momentos, en ese momento en el que la cena se nos indigeste y las lágrimas inunden nuestros ojos, sus sonrisas nos harán sonreír a todos.

Y en el fondo, sé que me haré la fuerte una vez más, y aunque llore también sonreiré, y quizá brinde con cava, quizá coma algún polvorón sin miedo a engordar, y cuando escriba ese primer relato del año en esa casa que me vio crecer, bajo el amparo de las estrellas, pensaré en ese relato publicado dentro de un libro y me sentiré orgullosa de mí misma, sentiré que a escasos metros de allí tras una puerta de mármol negra, habrá dos esencias enérgicas que darán cuerda a mis sonrisas, que me ayudarán a escribir los propósitos para el nuevo año, que me ayudarán a susurrar mis sentimientos para crear las palabras de un nuevo comienzo y me agitarán la sangre dándome fuerzas para seguir peleando. 

Ellos siempre estarán mientras yo pueda verlos. 

Ellos me ayudarán a que las luces de la navidad no me hagan tiritar de frío al reflejarse en el cristal, a que la luz de mi alma no cese en su parpadeo y siga brillando proyectando reflejos en mis pupilas, me ayudarán a saber encontrar la magia que me rodea, me ayudarán a vivir cada instante, a no desperdiciar mis días.
Y junto al amor, me ayudarán a sobrevivir.

Porque el amor verdadero es para siempre y por siempre jamás nos ayudará a levantarnos por muy hondo que caigamos.

Y tengo mucho amor a mi alrededor. Tengo demasiados ángeles volando cerca de mí y no puedo permitirme desaprovechar las sonrisas que me aguardan, la felicidad que me espera, las posibilidades que están ahí esperando a que luche por ellas.

Tengo mucho amor verdadero a mi alrededor, así que brillaré, acabaré brillando como la luz de las luces de la navidad colgadas por las calles de mi ciudad. Brillaré como brillan las estrellas que nunca se apagan. Brillaré como el amor que nunca se evapora.

Brillaré…

Sé que acabaré brillando a pesar de la estela de todas las lágrimas escarchadas que surcarán mi rostro…

Brillaré.