lunes, 18 de febrero de 2013

PAPILLON

Ahí estaba Sivella. 

Tumbada sobre la verde hierba, resguardándose de las nubes negras bajo un árbol milenario. Acurrucada, con la cabeza reposada sobre su chaqueta de cuero.

Yo canturreaba pero ella no me oía. Mi trino no era lo suficientemente bello para despertar su alma. O eso creía yo.

La tristeza se había apoderado de ella. Había perdido de vista sus sueños.

No hacía más que llorar, rompiendo el silencio a cada lágrima. Una tras otra se deslizaban lentas para suicidarse en el precipicio de su boca. Dejando en su camino huellas verticales de rímel verde.

Acariciaba la hierba con sus manos. Dibujaba corazones en busca de recuerdos que le ayudasen a levantarse, pero no encontraba ninguno.

Yo la miraba, no podía dejar de observarla.

Su piel blanca, las mariposas verdes tatuadas que adornaban su hombro derecho y que danzaban aleteándose por su brazo. Su vestido de tirantes de tul vaporoso de color negro, en contraste con sus uñas y labios tintados de verde oscuro. Todo verde.

Verde al igual que la hierba, al igual que sus mariposas. Verde, el color de la esperanza, de las fuerzas que retornan, de los campos que florecen. Verde.

Sin embargo Sivella parecía no darse cuenta.

Ella, que llevaba nombre de mariposa finesa, parecía una estrella apagada. Se sentía cansada.

Cansada de perder, cansada de decir adiós, cansada de sentir el corazón romperse una y otra vez.

- ¿Quién inventó el dolor? - susurraron sus labios.

Pero nadie le contestó.

Yo seguí canturreando y ella miró al cielo buscándome. Hasta que me encontró.

Fue entonces cuando me pude fijar en ella con más claridad.

Sus cabellos castaños caían en bucles estilizados sobre sus hombros, su pequeña nariz le regalaba un aspecto infantil. Sus ojos del mismo color que la miel, le dotaban de una tierna dulzura. Sin embargo la sombra de ojos verde oscuro que perfilaba sus párpados emborronaba su mirada de oscuridad. Sus labios carnosos, sus facciones angelicales y delicadas…todo en ella era belleza. Pero una belleza sencilla y humilde.
Nada espectacular. 

Y yo canturreaba, y a cada balanceo de mi voz conseguía penetrar en su alma, conocer más a fondo sus sentimientos. 

Intenté dar fuerzas a su sangre, seguí cantando, pero ella seguía inmersa en la nada. Perdida entre leves muecas desdibujadas que recordaban antiguas sonrisas, perdida entre la melancolía de los días pasados que ya no regresarían.

Y las nubes negras siguieron danzando, acercándose a ella. Y mientras el viento caminaba decidido y a cada paso más violento, sus lágrimas crecían.

Y entonces, al mecer mi mirada en las mariposas verdes que llevaba grabadas en su piel, recordé una antigua canción titulada: PAPILLON, de la banda ‘Editors’. Aclaré mi voz, y canté lo más alto y lo mejor que pude:

Make our escape, you’re my own Papillon. The world turns too fast, feel love before it’s gone. My Papillon, feel love when it’s shone. It’s kicks like a sleep twitch!

Lo canté una, dos, tres…cinco veces. A cada una más fuerte que la anterior. Y justo tras la quinta entonación su corazón despertó.

Pude ver en las imágenes de su mente que la canción le había regresado a la memoria un montón de recuerdos. Entre todos ellos, predominaba una tarde de invierno.

Ella estaba acurrucada entre el pecho de su padre cuando era pequeña. Entre sonrisas, él acariciaba su pelo enmarañado mientras la acunaba para que se quedase dormida. Y sus labios, escondidos tras una espesa barba negra cantaban justo las estrofas que yo había entonado. 

Y entonces sintió desvelarse a su corazón. Entonces se dio cuenta de que debía de seguir peleando por sus sueños, que debía seguir derramando palabras en un papel aunque a veces se equivocara. Debía darse cuenta de que el amor verdadero era más fuerte que todo. Más fuerte incluso que la muerte. Eterno, infinito…

Ella siguió recordando. Regresando al pasado mientras sus dedos seguían acariciando la fina hierba, pincelando corazones.

Y el brillo de sus ojos dejó de estar apagado para encenderse. Y su sonrisa apareció tímida tras sus labios. Y su sangre hirvió alocada.

Sivella sonrío, yo sonreí y dancé. Y cambié de rama, y salté una y otra vez. Contento de haber ayudado a un alma pura y triste a resurgir.

Y ella tocó su corazón. Se irguió sentándose y echó un vistazo a su brazo. Siguió la silueta de sus mariposas con las yemas de los dedos de su mano izquierda. Y sonrió mirando al cielo en el mismo momento en el que las nubes azabaches comenzaron a llorar lágrimas negras.

Y se descalzó antes de levantarse. Posó sus pies sobre la fría hierba mojada. Y saltó, saltó de alegría, sintiéndose en libertad.

En una mano, sus zapatos de tacón de doce centímetros marca New Rock. En la otra, su cazadora de cuero. Y justo en el centro su corazón, sin cadenas. Y los brazos abiertos en cruz recibiendo las lágrimas del cielo.

Y sus pies, hundidos entre la hierba y la tierra, hundidos entre el barro. Chapoteando, saltando, girando.

Y en sus ojos un brillo incandescente, y en su rostro mil sonrisas resplandecientes. Y sus labios…

Sus labios no dejaban de susurrar: “Make our escape, you’re my own Papillon. The world turns too fast, feel love before it’s gone. My Papillon, feel love when it’s shone. It’s kicks like a sleep twitch!”, una y otra vez. Recordando la voz de su padre, recordando que para él siempre fue su mariposa, y como tal tendría que renacer de sus cenizas una y otra vez, ser valiente…

¡Se lo debía! Era lo que él le había enseñado. 

-¡Debo ser un corazón rebelde! - gritó su voz aterciopelada atronando el silencio.

Entre giros y giros siguió revoloteando, al igual que las mariposas tatuadas en su piel. Y entre giros y giros siguió saltando, cantando, gritando…hasta que mareada cayó al suelo de rodillas. 

Y entre sonrisas miró al cielo, mientras las gotas de agua empapaban sus ojos, encharcando su rímel verde, desdibujando su eye-liner negro.

Y sus labios disfrazados de color verde oscuro seguían sonriendo, con su carmín intacto.

Y yo sonreía, cantando a su alrededor entre aleteos. Incluso me sentí mariposa por un momento.

- ¡Un pájaro mariposa! - me murmuré a mí mismo divertido.

Sivella se alzó de nuevo. Y volvió a girar sobre su silueta como una niña pequeña, una y otra vez. Y volvió a llorar. Sus pestañas temblaron bajo la lluvia de sus lágrimas, pero esta vez no fueron lágrimas amargas, sino lágrimas de felicidad.

Felicidad por haberse encontrado de nuevo. Por haber encontrado la luz, un recuerdo entre los susurros del viento, entre los trinos de los pájaros. Una vez más la naturaleza le había salvado. La música le había salvado.

Y sintió el brillo de la estrella que llevaba dentro. Sintió su sangre caminar ferviente. Sintió los latidos de su corazón apresurados. Sintió.

Sintió y la tristeza se esfumó. Y la lluvia del cielo se llevó la melancolía con ella, sepultándola en la tierra. Y la lluvia cesó. Y el sol embrujado volvió a salir de nuevo.

Y la estrella de sus ojos resplandeció con más intensidad.

Sivella sonrió y sus ángeles también sonrieron. Y su corazón no dejó de revolotear contento, suspiro a suspiro, de camino a casa. 

Papillon. Los aleteos de sus mariposas una vez más la habían guiado por el camino correcto.

Y para sí misma se dijo: Menos mal que os tengo a vosotras para ayudarme a remontar el vuelo.



+Video con la canción, imprescindible poner mientras Sivella gira en la hierba, y bailar.



*Sivella: nombre que significa mariposa en finlandés según Google.

*Relato inspirado en la canción Papillon de la banda “Editors”. Descubierta gracias a Mara Oliver

*"Soy del color de tu porvenir, me dijo el hombre del traje gris" así empieza la canción "Nacidos para perder" de Sabina y es muy cierto, el gris nos trae luz y oscuridad. Espero que pronto vuelvas a sentir calor, porque tú siempre brillas, solo que ahora, como las mariposas, no eres capaz de ver lo lindas que son tus alas. Un abrazo, mi niña. (Comentario de Mara Oliver en mi blog, justo cuando estaba naciendo la idea).

4 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho. Sabes que me encanta cuando me pierdo en tus relatos. Igualmente la canción no la conocía y ha sido grato escucharla mientras leía :)

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  2. Ya te lo dije por privado, es precioso melancólico, pero lleno de esperanza.
    Sin duda la música es una de las mejores fuentes de inspiración.
    Es muy original tanto el nombre, como el argumento o incluso el modo en el que narras la revelación de nuestra protagonista.

    Espero nuevos relatos cargados de musicalidad : )

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  3. Musical, esa es la palabra, muy plástico y muy bello, Rebeka y una canción para hundirse en ella. Me gusta :D

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  4. El arte inspira al arte y esto es un claro ejemplo. Un relato precioso, sencillo, esperanzador y muy dulce. Gracias por compartirlo :)

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