Mis ojos se abrieron sin muchas ganas y mi cuerpo
reaccionó demasiado lento. Mis músculos perezosos no tenían fuerzas suficientes
para saltar de la cama y comenzar una nueva mañana.
Una mañana de esas en las que la angustia aprieta
fuertemente el pecho y te impide respirar, en las que la necesidad de abrazos
constantes impera sobre todas las cosas, en las que las lágrimas luchan por
deslizarse, en las que los miedos son más enérgicos que las ganas de luchar por
sobrevivir.
–– ¡Quiero sonreír! - grité con tanto ímpetu que mis
cuerdas vocales crujieron al paso de mi voz.
–– ¡Quiero salir de aquí! - pronuncié en alto casi
100 veces intentando creer que realmente podría.
Pero todo fue en vano.
Mis pies siguieron hundiéndose en el barro fangoso
de mi propio pozo.
Mi mente debilitada y cansada de no querer pensar
explotó, mi corazón se rompió en mil pedazos dispuesto a llorar un mar de
lágrimas de esas que no se ven pero que contaminan el alma.
Y la angustia se convirtió en un devenir de
relámpagos, en una tempestad de lágrimas congeladas y vientos huracanados.
Y comenzó a nevar tan fuerte que no pude evitar
temblar de miedo, la escarcha se fue aferrando a mi ropa y a mi piel, el frío
fue entumeciendo mis articulaciones hasta calarse en mis huesos, mi sangre se
paralizó y mi alma encharcada de tristes soledades suspiró y suspiró sin
aliviarse…
Y siguió nevando fuerte mientras yo luchaba por no
ahogarme del todo, en el interior de ese pozo negro. El pozo de mis sombras.
Siguió nevando fuerte…
Y en el momento más crucial e inesperado, salió el
sol.
Un montón de rayos de luz provocados por la más
amplia y bella de las sonrisas.
Un abrazo de los brazos del amor…y toda la escarcha
congelada desapareció.
–– ¡Quiero sonreír! - grité de nuevo para mí misma.
Y al verme reflejada en sus ojos sonreí mientras
algunas lágrimas por fin consiguieron arrojarse suicidas desde mis pupilas.
La angustia mermó.
Los miedos quedaron silenciados esperando su próxima
visita.
Y yo…
Yo sentada en una esquina, apoyada contra la pared,
mirando por la ventana y divisando de reojo el pozo negro de las sombras
titilantes y acechadoras. Sabiendo que en cualquier momento, volveré a caer,
volveré a sumergirme y a necesitar ser rescatada por la única persona que
siempre consigue levantarme.
Volverá a nevar…
Y quizá de nuevo mi otoño me muestre la luz y con
ella el camino de salida, y el regreso a casa.
Sigo tantos blog que a veces ni me entero de cuando actualizan, (hay unos cuantos que me dan mucho la lata porque suben siete entradas seguidas pero cuentan cosas muy buenas:), es por eso que acabo de leer ahora esta entrada.
ResponderEliminarY bueno, en la vida siempre habrá oscuridad, pozos que amenazan con no dejarnos salida, lágrimas que se suicidarán pese a lo poco que nos ayudan, silencios y miedos. Pero siempre encontraremos el camino de salida, con muchos ánimos de salir adelante. Y eso siempre actuará en nuestro favor: porque vivimos la vida con todo cuanto nos ofrece, buscando siempre lo mejor.
Un beso
¿Quieres saber mi secreto para no perderme jamás? Las miguitas de pan. Siempre hay alguien que nos ayude a regresar a nuestro camino, personas sin las que sería imposible seguir adelante, pero nosotros mismos como individuos ajenos a la sociedad, podemos organizar nuestras propias pistas para no perdernos jamás.
ResponderEliminarMiguitas de pan: fotografías, un vídeo, un recuerdo feliz, una canción, una charla con alguien que no está (a veces conocemos también a la persona que no está que podemos reproducir casi exactamente sus respuestas), un pensamiento positivo, una brizna de aire repleto de fortaleza... Una nueva oportunidad de seguir adelante y demostrarnos a nosotros mismos que nos enorgullecemos de quienes somos y de lo que estamos haciendo con nuestras vidas.
Besos Rebeca, espero que algún día, cuando estés preparada, nos hables de la primavera ^^