Intentamos aferrarnos a ellas con todas nuestras
fuerzas porque sabemos que no nos fallarán, que estarán a nuestro lado hasta
nuestro último suspiro.
Cuando mi camino es difícil yo me aferro en
pensamiento a que aparecerán, tarde o temprano aparecerán, vendrán a mí, se
harán escuchar. Y tiemblo un poco menos…
Hay que pasar malos momentos para descubrir todas
las estrellas del firmamento que tenemos justo a nuestro lado, a ras del suelo y
a ras del cielo. Acariciándonos, hablándonos, susurrándonos, leyéndonos.
Hay caminos peligrosos, arduos, interminables.
Hay caminos peligrosos, arduos, interminables.
El camino más difícil no es aquel que se recorre con
los pies, por muy altas que sean las montañas a subir, por muy duras que sean
las rocas a esquivar o por muy pesado que se haga el sendero llano después de
horas trasegando.
El camino más difícil, el que más agota, es aquel
que se hace desde el interior de uno mismo.
Dar un paso tras otro para seguir evolucionando,
ahogar la angustia que nos aprieta fuertemente el pecho para ser capaces de
gritarles a nuestros miedos que no nos vencerán, silenciar la tristeza y la
melancolía de las ausencias que nos impiden respirar con normalidad, pronunciar
una sonrisa tras otra aunque a veces se tengan ganas de llorar y no parar…
El camino más difícil es aquel que recorremos cuando
estamos heridos.
En esos momentos somos caminantes entre la niebla
que con los brazos abiertos agitamos su espesura intentando deshacernos de
ella, que huella a huella intentamos hallar un poco de luz al final del camino
para que nuestro alma no se acabe por marchitar del todo.
A momentos somos caminantes entre la niebla, todos
lo hemos sido alguna vez. Y lo seguiremos siendo pase el tiempo que pase.
Siempre aparecerán las tinieblas, aunque se esfumen durante un tiempo, siempre
acabarán regresando con su fría tenebrosidad.
Y seremos caminantes en busca de las estrellas. De
nuestras estrellas.
Daremos pasos, nos derrumbaremos y nos volveremos a
levantar como guerreros hasta conseguir desenterrar nuestra propia luz.
La luz
de nuestro amor, de nuestras sonrisas preferidas, de las pupilas de las
personas a las que queremos, el eco de las voces que nos enseñan el camino de
regreso a casa, las caligrafías de dedicatorias que nos hacen sentirnos
alguien, las melodías de canciones que siempre nos ayudan a resurgir de las
cenizas, los recuerdos de momentos vividos junto a seres queridos que ya no
están pero que siempre permanecen en nuestra sangre ayudándonos a ver las cosas
con más claridad.
Somos los momentos que vivimos, los pasos que damos,
las palabras que decimos o escribimos, los besos y los abrazos que damos, los
gestos que pronunciamos.
Somos el conjunto de las estrellas que tenemos.
Somos la luz que desprendemos.
Siempre seremos caminantes entre la niebla en busca
de estrellas a las que aferrarnos cuando la oscuridad umbría nos abrace.
Que nunca nos falten nuestras…
…estrellas…
Estrellas de la noche.
Estrellas que se esconden tras los rayos del sol y
tras las más centelleantes sonrisas.
Estrellas del alma y el pensamiento.
Estrellas de la sangre.
Estrellas…
Que nunca falten y que nunca faltemos... Un abrazo
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