Ahora que la oscuridad comienza a media tarde, me
sorprendo a mí misma observando a través del cristal del balcón, los salones de
los edificios de enfrente.
Veo como la gente mira la televisión, como hablan
entre ellos, como se pierden a través de la pantalla de un ordenador, y me
siento distinta. Distinta a otros inviernos.
El frío ya ha llegado, las lluvias a intervalos
aparecen y desaparecen, y al mirar el calendario y darme cuenta de que
Diciembre ya está aquí, me es inevitable no recordar.
Recuerdo cuando todo era más fácil, cuando deseaba
que llegaran estas fechas y comenzaba a preparar los decorados navideños con la
ilusión de una niña. Cuando planeaba qué regalar, cuando creaba relatos para
cada miembro de la familia y para los amigos, cuando sonreía ilusionada y llena
de expectación con ansias por descubrir sus reacciones al leer o al abrir el
paquete del envoltorio, cuando todos juntos brindábamos por un nuevo año y nos
atragantábamos al comer apresurados las uvas.
Ahora mi única ilusión es leer libros para alejarme
de la realidad, escribir historias donde las cosas son como yo quiero que sean,
ver series o películas junto al hombre de mi vida y no pensar.
Ahora mi única ilusión es mirar mi muñeca Monster
High en la estantería y peinar su pelo morado jugando a ser pequeña otra vez
pero sabiendo que esos tiempos de entonces jamás van a volver, comer el
chocolate de los calendarios de adviento en busca de sorpresas y las chucherías
de la bota de Papá Noel de la tienda Belros del Carrefour de mi ciudad. Parezco
idiota intentando apaciguar la tristeza con el azúcar del chocolate.
Cuando miro los abetos, las guirnaldas, los belenes,
dentro de mí siento que ya no queda nada de esa niña ilusionada.
Este año, cuando camine de la mano de mi amor por
las calles de mi ciudad, al abrigo de los portalones cercanos a la Plaza Mayor,
mirando los puestos de todos los años, en busca de un gorro peruano para el
abuelo, y vea brillar las luces de colores, vea las sonrisas de la gente,
dentro de mí navegará un sentimiento de nostalgia profunda.
Llevo semanas pensando en ello intentando hacerme a
la idea, intentando buscar la manera de sobrevivir a estas fiestas con
entusiasmo.
Sé que el amor me ayudará a sobrevivir. El amor
siempre saca lo mejor de nosotros, siempre es nuestra tabla de salvación.
Sé que el amor me ayudará a sobrevivir en ese
momento en el que las luces de la ciudad brillen y las de mi alma quieran
apagarse unos momentos, en ese momento en el que la cena se nos indigeste y las
lágrimas inunden nuestros ojos, sus sonrisas nos harán sonreír a todos.
Y en el fondo, sé que me haré la fuerte una vez más,
y aunque llore también sonreiré, y quizá brinde con cava, quizá coma algún
polvorón sin miedo a engordar, y cuando escriba ese primer relato del año en
esa casa que me vio crecer, bajo el amparo de las estrellas, pensaré en ese
relato publicado dentro de un libro y me sentiré orgullosa de mí misma, sentiré
que a escasos metros de allí tras una puerta de mármol negra, habrá dos
esencias enérgicas que darán cuerda a mis sonrisas, que me ayudarán a escribir
los propósitos para el nuevo año, que me ayudarán a susurrar mis sentimientos
para crear las palabras de un nuevo comienzo y me agitarán la sangre dándome
fuerzas para seguir peleando.
Ellos siempre estarán mientras yo pueda verlos.
Ellos me ayudarán a que las luces de la navidad no
me hagan tiritar de frío al reflejarse en el cristal, a que la luz de mi alma
no cese en su parpadeo y siga brillando proyectando reflejos en mis pupilas, me
ayudarán a saber encontrar la magia que me rodea, me ayudarán a vivir cada
instante, a no desperdiciar mis días.
Y junto al amor, me ayudarán a sobrevivir.
Porque el amor verdadero es para siempre y por
siempre jamás nos ayudará a levantarnos por muy hondo que caigamos.
Y tengo mucho amor a mi alrededor. Tengo demasiados
ángeles volando cerca de mí y no puedo permitirme desaprovechar las sonrisas
que me aguardan, la felicidad que me espera, las posibilidades que están ahí
esperando a que luche por ellas.
Tengo mucho amor verdadero a mi alrededor, así que
brillaré, acabaré brillando como la luz de las luces de la navidad colgadas por
las calles de mi ciudad. Brillaré como brillan las estrellas que nunca se
apagan. Brillaré como el amor que nunca se evapora.
Brillaré…
Sé que acabaré brillando a pesar de la estela de
todas las lágrimas escarchadas que surcarán mi rostro…
Brillaré.
En mi ciudad no hay dinero para luces (crisis lo llaman, ¡já!, yo lo llamo nuevo coche del alcalde) y este año tampoco siento la navidad. No sé si será que me estoy haciendo vieja, la falta de luz en las calles, el exceso de trabajo o que ya no creo que Papá Noel pueda sorprenderme...
ResponderEliminarNo sé si será que a veces el mundo y las personas que lo configuran me hacen pensar que nada de lo que "hemos montado" merezca la pena.
Porque a veces solo veo el rencor, el eogísmo, el calentamiento global, el maltrato y los ceños fruncidos de los madrugadores invernales. Y entonces, olvido la niña que fui y me olvido de la navidad y todo lo que era especial para mí por aquel entonces.
Pero entonces recuerdo a mis seres queridos y encuentro o leo a gente con tanto arte y cariño, como tú, cuya única necesidad es compartir palabras. Personas generosas, gente con ilusión, adolescentes revoloteando en el transporte público sin importar el madrugón... Luego veo a una niña, de la mano de su madre, que se acerca a un charco y salta sobre él repleta de ilusión....
Y entonces, de camino a casa, salto sobre un charco y sonrío sin importarme los ceños fruncidos con los que me cruce.
Disfruta de las fiestas, Rebeka. A quien te falta le gustaría verte disfrutarlas y que se te escape alguna que otra sonrisa infantil, eso seguro.
Brillarás y con ese brillo traspasarás las estrellas y llegarás para dejar constancia de que eres y estás. Como una mezcla irrenunciable de todos ellos, aquellos que faltan y aquellos que están, como cada día de vida, también en Navidad.
ResponderEliminarComparto esa tristeza de la Navidad cuando tantas personas queridas faltan, y también ese brillo porque tantas personas queridas están. Somos seres incompletos ya desde que nacemos, y como seres incompletos debemos ir por la vida. Llenándonos de luz a cada paso.
Un beso
Me has puesto la piel de gallina... me emocionado un montón.
ResponderEliminarYo tuve un tiempo en que detesté la Navidad... y sé que volverá ese sentimiento algún día. Pero me aferro a los momentos buenos, a los recuerdos... y al chocolate :P
Ay, amiga, estas son nuestras primeras navidades juntas :)
Un beso enorme
Estoy convencidad de que brillarás...no me cape duda de que lo harás y el arco iris pasará por tu puerta sonriendole a tu alma. Gracias por pasar por mi blog y quedarte en el. Un beso mágico y mucho animo
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