Las palabras enmudecen y el papel sigue intacto. En blanco. Sin tinta roja que lo llene de vida. De muerte.
Llantos desgarrados produce mi alma. Invisibles. Insonoros. La luna altiva me espía desde su trono magistral, sonriendo a carcajadas que penetran mis sentidos haciéndome estremecer. Tiemblo, pero no sirve de nada.
La lluvia que se desliza por el cristal parece llorar por mí y sin embargo sé que estoy sola. Yo soy mi única compañía. Las lágrimas que llevo dentro desean salir, pero no quiero. Trago saliva, respiro, aprieto los dientes, respiro.
Hace tiempo que aprendí a llorar sin hacerlo. Así nadie lo ve. Así nadie se siente triste. Y mientras tanto yo puedo vaciar este mar que me ahoga a cada latido.
Entonces unas pequeñas palabras en forma de canción surgen de la nada, tararean su propia melodía en mi cabeza. Quiero cantar, gritar, dejarme llevar, pero apenas logro susurrarlas…
“Llévame contigo al más allá, pues aquí no dejo de llorar,
llévame a otra realidad, no quiero despertar.
Junto a ti por fin podré olvidar, que la pena siempre fue mi hogar,
llévame, no puedo respirar, quiero tenerte junto a mí.”
Necesito sentir. Necesito escribir. Necesito tintar el papel blanco del color de la sangre que me da la vida, y que a cada gota derramada me hace morir un poco más, para después renacer.
Porque muero en cada letra, en cada sentimiento. Es algo inevitable. Porque todo ser humano a cada segundo muere un poco más. Lo único que sucede es que no todos se dan cuenta.
Yo, intento convertir mis alientos de muerte en palabras, que queden aquí cuando yo no esté. Porque esas palabras de sentimientos muertos son las mismas que me dan fuerza y vida al releerlas. Ese pedacito de mí que al ser leído cobra vida de nuevo.
Necesito escribir. Necesito sentir. Necesito tintar de tinta roja la página en blanco de mi vida. Para darme cuenta de que estoy viva.
Y la luna me lanza sus miradas furtivas, y la lluvia líquida y transparente se suicida por el cristal, y una pequeña y fría cuchilla de afeitar zigzaguea sobre mi piel, como el arco de un violón invisible ayudando a nacer una nueva melodía. Así ha sido siempre y así siempre será. Aunque nadie lo vea.
Y me desangro, gota a gota, palabra a palabra, mientras la espesa sangre carmesí tiñe de rojo el agua caliente, llenando de vida mi propia muerte.
Y de mi muñeca se resbalan pequeñas gotitas encarnadas, y sobre el suelo una pequeña libreta de hojas blancas e intactas, comienza a emborronarse de palabras desdibujadas, que dicen todo, sin decir nada.
Porque ya no necesito hacer realidad una imagen para vivirla.
Porque me basta cerrar los ojos para darla vida y sentirla igual que si fuese real.
Porque a veces la lluvia no empapa, no acompaña, y la luna espía y no da brillo, pero yo me siento resplandecer entre la niebla.
Porque a veces la oscuridad es eterna y entre su umbrío manto te encuentro a mi lado, llevándome al más allá, abrazándome, susurrándome que todo irá bien, que mis tristezas se esfumarán. Dices: “Solo es un mal día, pequeña”.
Y entonces una canción surge de la nada, y no puedo evitar tararearla, cantarla, gritarla:
“Llévame contigo al más allá, pues aquí no dejo de llorar,
llévame a otra realidad, no quiero despertar.
Junto a ti por fin podré olvidar, que la pena siempre fue mi hogar,
llévame, no puedo respirar, quiero tenerte junto a mí.”
Y sé que estoy en el más allá, y que tú estás aquí, conmigo, en el más acá. Y sonrío.
Al igual que cuando lloro y nadie lo ve. Con sonrisas invisibles, insonoras.
Tú me ayudas a desangrarme, tú curas mis heridas, mis tristezas…
Y con tus alas blancas sobrevuelas mi corazón, lo acunas, lo proteges a cada latido, lo ayudas a renacer.
*Porque a veces la tristeza me gana el pulso pero no
la batalla, y gracias a mi sangre derramada vuelvo a sentirme viva otra vez,
porque solo escribiendo soy quien quiero ser. Porque solo escribiendo tengo lo
que quiero tener. Porque solo escribiendo las penas enmudecen y las sonrisas
aparecen cuando la lluvia es demasiado fuerte y no acompaña.
**Fragmento en cursiva extraido de la canción "El libro de las sombras" del grupo: "MÄGO DE OZ".
Composición: Txus di Fellatio.
Intimo, melancólico, lúgubre pero aún así lleno de luz. A veces olvidamos que para que exista la luz, tiene que haber oscuridad, por triste que esto sea.
ResponderEliminar"Porque a veces la lluvia no empapa, no acompaña, y la luna espía y no da brillo, pero yo me siento resplandecer entre la niebla."
Precioso. Escribir es terapéutico, eso ya lo hemos hablado alguna vez, pero con el paso de los años cada vez lo tengo más presente. Pues es nuestro corazón quien sostiene el bolígrafo, y no nuestra mente, en muchas ocasiones cruel.
Sigue llenando esos papeles de palabras rojas como la sangre, por duro que sea, seguro que te ayudarán a encontrar el camino a casa.
Un fuerte abrazo :)
Se nota que es otoño y aunque la lluvia no acompañe siempre nos ayuda a emborronar hojas en blanco. Y en tu caso, a destilar esa tinta roja con la que dibujas, enamoras y emocionas al lector que te espera al otro lado de la pantalla.
ResponderEliminarTus palabras son algo muy personal, algo que sale de muy adentro... Es casi como si solo lo hubieras escrito para ti y es maravilloso porque así es más vívido leerlo.
Un abrazo enorme ^
Si algo hay de cierto es que El más allá siempre nos esperará y puede esperarnos con paciencia. De nuevo la cuchilla zigzagueante me puso la piel de gallina, esa imagen me estremece. Me aterra la sangre.
ResponderEliminarEs mejor escribir hasta desgarrarse por dentro que ver la sangre brotar. Todo lo que puede escribirse alguna vez deja de doler y se cura para siempre porque se enfoca desde otra realidad más soportable.
Un beso
"a veces la tristeza me gana el pulso, pero no la batalla" MUY CIERTO Y MUY LINDO, que lo decía Hemingway: "escribir es fácil, te sientas frente al teclado y sangras" (creo que ya te lo he dicho alguna vez ;) ¿verdad?)
ResponderEliminarUn abrazo fuerte.