COSAS MATERIALES, ¿MUERTAS O VIVAS?
¿Cuántas cosas materiales guardamos para intentar
tener más cerca a los que ya no están?
¿Os lo habéis preguntado alguna vez?
Relojes, colgantes, plumas, bolígrafos de publicidad,
fundas de tela para gafas de sol.
Antiguos libros de hojas amarilleadas que quizá
nunca lleguemos a leer…
Por no hablar de fotografías…
Cosas materiales que están ahí, guardadas en una
cajita. Libros en un lado de la estantería, sumando nuevos días que los
convierten en reliquias.
Reliquias personales de la persona que ya no está.
Y en nuestro corazón, anclada la idea de que una
parte de ellos aún sigue aquí al estar esas cosas cerca.
Una parte más. Porque estar, están. Soy de las que
piensa que mientras se les recuerde, siguen a nuestro lado.
En mi pensamiento, en mi mirada, en mis palabras.
Las dichas y las escritas. Están siempre.
Pero ¿y en las cosas materiales? ¿Habrá una parte de
ellos?
Me gusta creer que sí.
Cierro los ojos y les recuerdo. Y la imagen de mi
recuerdo llega a ser casi real.
Ese reloj en la muñeca, la caricia de un dedo índice
bordeando la esfera, unas pupilas observando la hora que marcan las agujas.
Labios que murmuran la hora señalada, palabras que ahora son solo silencio.
Porque no me acuerdo de sus voces. Solo en mis
sueños consigo recordar su nitidez.
Un colgante colgando de un cuello, acariciando el
principio de un torso fuerte donde tantas veces me dormí sin temor al mundo.
Plumas que esperan en una cajita de plástico
transparente que un día guardó bombones Ferrero. Plumas que esperan el momento
adecuado para escribir las palabras que aún no han nacido y que un día nacerán.
Las palabras que susurran unos libros viejos en la
estantería, cada vez que paso por delante de ellos.
Fundas de tela que ahora guardan otras gafas, y que
antes guardaban aquellas que escondían una mirada.
Una mirada que a veces olvido, pero de la que aún
queda huella, cuando mis ojos marrones se reflejan en el espejo.
— Con las gafas a media nariz, y el entrecejo
marcado mientras lees concentrada, te pareces a tu padre — dijo mi tía.
—Y en los ojos también me parezco —dije yo en voz
muy bajita mientras mis labios sonreían.
Al mismo compás, mientras la boca callaba de nuevo,
el corazón hablaba en silencio: <<Mientras
yo siga viva, una parte de él seguirá aquí, conmigo. Con todos nosotros>>.
El significado oculto de las palabras, de las cosas
materiales que dejan de ser meros objetos para ser pequeñas cosas valiosas con las
que hacer la vida más grande.
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