lunes, 13 de mayo de 2013

COSAS MATERIALES DE LOS QUE YA NO ESTÁN...

Hoy no hay relato, sino una reflexión que surgió ayer mientras observaba un objeto en el coche.

                        COSAS MATERIALES, ¿MUERTAS O VIVAS?

 ¿Cuántas cosas materiales guardamos para intentar tener más cerca a los que ya no están?

¿Os lo habéis preguntado alguna vez?

Relojes, colgantes, plumas, bolígrafos de publicidad, fundas de tela para gafas de sol. 

Antiguos libros de hojas amarilleadas que quizá nunca lleguemos a leer…
 
Por no hablar de fotografías…

Cosas materiales que están ahí, guardadas en una cajita. Libros en un lado de la estantería, sumando nuevos días que los convierten en reliquias.

Reliquias personales de la persona que ya no está.

Y en nuestro corazón, anclada la idea de que una parte de ellos aún sigue aquí al estar esas cosas cerca.

Una parte más. Porque estar, están. Soy de las que piensa que mientras se les recuerde, siguen a nuestro lado.

En mi pensamiento, en mi mirada, en mis palabras. Las dichas y las escritas. Están siempre.

Pero ¿y en las cosas materiales? ¿Habrá una parte de ellos?

Me gusta creer que sí.

Cierro los ojos y les recuerdo. Y la imagen de mi recuerdo llega a ser casi real.

Ese reloj en la muñeca, la caricia de un dedo índice bordeando la esfera, unas pupilas observando la hora que marcan las agujas. Labios que murmuran la hora señalada, palabras que ahora son solo silencio.

Porque no me acuerdo de sus voces. Solo en mis sueños consigo recordar su nitidez.

Un colgante colgando de un cuello, acariciando el principio de un torso fuerte donde tantas veces me dormí sin temor al mundo.

Plumas que esperan en una cajita de plástico transparente que un día guardó bombones Ferrero. Plumas que esperan el momento adecuado para escribir las palabras que aún no han nacido y que un día nacerán.

Las palabras que susurran unos libros viejos en la estantería, cada vez que paso por delante de ellos.

Fundas de tela que ahora guardan otras gafas, y que antes guardaban aquellas que escondían una mirada.

Una mirada que a veces olvido, pero de la que aún queda huella, cuando mis ojos marrones se reflejan en el espejo.

— Con las gafas a media nariz, y el entrecejo marcado mientras lees concentrada, te pareces a tu padre — dijo mi tía.

—Y en los ojos también me parezco —dije yo en voz muy bajita mientras mis labios sonreían.

Al mismo compás, mientras la boca callaba de nuevo, el corazón hablaba en silencio: <<Mientras yo siga viva, una parte de él seguirá aquí, conmigo. Con todos nosotros>>.


El significado oculto de las palabras, de las cosas materiales que dejan de ser meros objetos para ser pequeñas cosas valiosas con las que hacer la vida más grande.

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