Me encanta mirar como esas gotitas diminutas se
deslizan y resbalan por la cristalera del porche. Entretanto yo estoy aquí, sentada en este sofá de mimbre
entre cojines de seda, acolchados y suaves.
Me encanta sentir como la naturaleza sigue su camino.
Me siento parte de ella mientras mi cabeza se pierde en pensamientos, mientras
mi corazón late acelerado y mi alma respira para conseguir nuevas energías.
La lluvia sigue precipitándose y yo estoy aquí,
acurrucada, con una pequeña hoja seca entre mis manos, girando su tallo una y
otra vez, observándola con detenimiento, acariciando su textura arrugada,
susurrándola, cantándola, besándola, acercándola a mi pecho en ese lado del
corazón donde yace una rosa roja.
–– Soy como esta pequeña hoja - susurran mis labios en voz alta.
Y es que es cierto, unas veces soy fuerte y otras me
marchito y soy débil, unas veces me siento inmortal y bailo entre los silbidos
del viento aferrada a las ramas de mi árbol sin que su fuerza pueda arrasarme,
y otras sin embargo, mis energías se desvanecen y no me sublevo, me dejó llevar
sin más y caigo derrotada sobre el suelo.
Lo importante es que tanto en lo alto del árbol
como en las grises aceras, sigo siendo yo. Y renaceré, sé que siempre renaceré,
porque me sobra raza.
Y cuando peor esté, alguien me susurrará al oído
delicadas sílabas, me hará recordar los buenos momentos. Alguien me besará, me
cantará canciones de amor, me sostendrá entre sus manos, me regalará su calor,
me observará fijamente y me cuidará…
Y seré una hoja afortunada. Muy afortunada.
Y mientras la lluvia sigue su balanceo, permanezco
inmóvil entre sonrisas.
Deshojando este mes de octubre que recién marca el
calendario, el mes de los cumpleaños, el mes de los otoños que se esconden
dentro de mí y me hacen ser quién soy.
Deshojando mis sueños convirtiéndolos en palabras.
Deshojando mis sentimientos, dotándolos de suspiros acompasados, de latidos de
sangre ferviente, de alegrías y tristezas, de lágrimas y sonrisas…
Y escribo en un papel arrugado que me siento viva.
Que a pesar de todo mantengo la esperanza de que hay cosas bonitas
inimaginables que están por llegar a mí, que hay sueños que se van cumpliendo,
otros que van surgiendo y que añado a lista de deseos.
Me siento viva, sé lo que tengo, sé lo que compone
mis octubres, mis otoños, y por ello puedo deshojarlos, segundo a segundo, como me plazca.
Yo que una vez creí no tener nada. Suspiro, sonrío y
tiemblo.
Tiemblo, pero no de frío, sino de felicidad.
Ahora la luz penetra entre la oscuridad de mi alma. Ahora la lluvia se desliza pero no empapa. Ahora las lágrimas se derraman pero no dejan surcos a su paso. Ahora mi alma no se siente prisionera ni ahogada.
Ahora la luz penetra entre la oscuridad de mi alma. Ahora la lluvia se desliza pero no empapa. Ahora las lágrimas se derraman pero no dejan surcos a su paso. Ahora mi alma no se siente prisionera ni ahogada.
Ahora la naturaleza sigue su curso y yo sigo sintiendo en libertad.
Fuerte.
Inmortal.
Deshojando los octubres de los que soy dueña.
Deshojando mi esencia en palabras brillantes como luceros.
Mi estrella brilla encendida sin miedo esperando que
llegue la noche para resplandecer.
Yo mientras tanto, veo la lluvia caer y deshojo mis
octubres en papel.
Deshoja tus octubres y degústalos como merecen, pero no te olvides de que a veces las cosas buenas no llegan solas, hay que salir a buscarlas con ganas para hacerlas llegar ;)
ResponderEliminarSaludos ^^
Tu brillas de día y de noche.
ResponderEliminar"Deshojando los octubres de los que soy dueña"
ResponderEliminarDestacaría esa frase entre todas las hermosas que has pronunciado. Digo pronunciado porque me gusta la escritura que no es lectura, sino palabra. Que se hace sonar como palabra.
Me encabeza un Anónimo por ganar tiempo porque voy con prisas, qué raro ;)
Pero te firma Begoña.
Un beso y arriba esa positividad contagiosa en esta mañana de lluvia.