Y a cada latido pronunciado una gota de sangre se
derrama llenando un vaso transparente que se oculta tras mis ojos, un vaso que
cuando se ve rebosado comienza a verter pequeñas lágrimas negras.
Las cosas que no nos dijimos me entristecen, me
ahogan, me arañan la piel.
Por eso he decidido hoy, gritárselas a este viento
tempestuoso que azota despeinando mi alma, enmarañando mis pensamientos, turbando
mis sonrisas.
Quizá…entre sus silbidos se deslicen mis letras como
gemidos agonizantes impregnados de tristeza, angustia y melancolía, impregnados
de ternura, amor infinito y verdades absolutas.
Las cosas que no nos dijimos…las que acallaron los
labios y pronunciaron las miradas…las que nunca fueron suspiradas.
No te dije que eras muy importante en mi vida.
No te dije que el día en el que no estuvieses aquí
ibas a dejar un vacío enorme en mi corazón.
No te dije que esta vida sin ti ya no sería la misma.
No te dije: “Mil gracias por ser un padre
autoritario y protegerme de tantos peligros al marcarme una hora de llegada
nocturna”.
No te dije que hubiera preferido mil noches más a tu
lado viendo partidos de fútbol antes que tantas noches malgastadas aferrada a
un vaso de cristal en la barra de un bar, bebiendo por beber, suspirando por
suspirar.
No te dije que para mí eras un ejemplo a seguir, un
gran héroe.
No te dije que comencé nuestra novela para que nunca
se me olvidara quien fuiste y lo que me habías regalado al nacer, mi libertad.
No te dije que me encantaba ser la niña de papá.
No te dije que me encantaba oírte hablar de tu
juventud, sobre tu vida política y tus gamberradas.
No te dije que me maravillaba verte sonreír.
No te dije que me gustaba tanto observarte mientras
hacías crucigramas, mientras dibujabas los planos de las casas que construías.
No te dije que en mi corazón soñaba con que tú me
construyeses una casa de piedra, con vigas de roble, ventanas talladas y
chimenea, y porche acristalado donde sentada en un sofá de mimbre poder
escribir mientras la lluvia caía lenta, justo esa que estás construyéndome
ahora en nuestros sueños.
No te dije que si un día te pedí que me enseñaras a
tallar madera era porque quería aprender lo que a ti te fascinaba.
No te dije cuánto me gustaba que me hicieras burla a
mis espaldas y me chincharas, ni cuánto lo iba a echar de menos cuando no
estuvieras.
No te dije cuánto me gustaba escuchar tu voz al otro
lado del teléfono.
No te dije lo reconfortantes que eran esos abrazos
que te daba y que tú nunca contestabas.
No te dije cuánto me gustaban esos besos pedorretas
que hacían cosquillas en mis mejillas, y que solo me dabas cuando tenías el día
cariñoso.
No te dije cuánto me gustaban tus pellizcos y
cerillas en el momento más inesperado.
No te dije que cada vez que escribía y colocaba mal
los dedos me acordaba de las collejas que me dabas de pequeña para que
aprendiera a hacerlo bien. A ratos sigo escribiendo mal y sonrío al recordar.
No te dije que era un orgullo para mí que me
regalases las fotos y los libros que te habían acompañado en tu estantería
tantos años, llenos de palabras, humo de tabaco y pensamientos encontrados.
No te dije que era un orgullo para mí llevar tu
apellido.
No te dije que te había escrito un relato por tu
cumpleaños ni las palabras que lo formaban.
No te dije a tiempo que te iba a recordar siempre y
que te iba a querer hasta el día de mi muerte, no llegué para despedirme por mi
mala costumbre de dejar el móvil en silencio por las noches.
No te dije tantas cosas, que la huella de esos
silencios, me asfixia, me debilita.
Y hoy las grito aquí. Letra a letra, punto a punto,
coma a coma; sin estar todas las que son, pero si siendo todas las que están.
Hoy las grito aquí, para que su escozor merme, para
que su tristeza no empañe del todo mis pupilas, para que al menos una vez sean
pronunciadas…
Las cosas que no nos dijimos, las cosas que no te
dije y debería haberte dicho.
Las cosas que no te dije y que seguro que tú ya
sabías.
Y con el viento viajarán agonizantes gemidos de
palabras impregnadas de tristeza, angustia, melancolía, ternura, amor infinito
y verdades absolutas.
Y con el viento viajarán mis silencios…en busca de
tus silencios…
Y quizá se encuentren ambos, en nuestros sueños…
*Para el papá de mis ojos.
De una forma u otra se lo dijiste, aunque fue sin palabras.
ResponderEliminarEl, lo sabia.
Un abrazo.
Estoy con Rodericus, todo lo que alguna vez quisimos decir ya lo dijimos. Él lo sabía, porque solo con mirarte a los ojos podía sentirlo lo mismo que tú.
ResponderEliminarAllá donde esté lo tiene consigo. No te tortures. No tiene sentido.
Tu corazón late ahora para los dos, porque en parte es suyo.
Un beso grande
Triste y hermoso. Como ya te han comentado antes, él lo sabe. Es una carta llena de pena y amor, seguro que la ha leído y se siente conmovido. Dentro de un tiempo, cuando te sientas mejor y con más fuerza, dedícale una alegre, sentirás su sonrisa en ti.
ResponderEliminarUn abrazo amiga
Impactante... Porque es una gran verdad, porque siempre nos queda algo pendiente, algo que decir, un abrazo más, si tan solo fuesen unos segundos... merecerían tanto la pena...
ResponderEliminarHe atravesado esos mismos deseos, haciéndolos realidad en los sueños en los que mi inconsciencia sabe como calmar esa voz que no calla. Espero que tú también lo hagas y que sigas diciéndole al viento, al mar, al cielo o a tus propios recuerdos todas las palabras que necesites enviarle.
Un abrazo, Rebeca ^^