viernes, 3 de febrero de 2012

COPOS DE ÁNGELES BLANCOS

El cielo comenzó a llorar pequeños copos cristalizados. El frío era tan intenso que a momentos parecía quemar la piel.

Hacía mucho tiempo que por estas tierras no caían pequeños copos. Tanto que ella ni siquiera lo recordaba. Lo único que habían visto sus ojos eran pequeñas pelotitas de granizo que se amontonaban sobre las aceras creando nieve sucia.

Por eso aquellos trocitos de escarcha congelada llamaron enseguida su atención. 

No dudo ni un segundo en abrir la ventana y sacar sus dedos para acariciarlos cuando uno decidió posarse justo en medio del cristal. Al tocarlo se evaporó convirtiéndose en pequeñas gotitas de agua. Sin embargo dentro de su alma algo cambió. 

Aquella adolescente atormentada por recuerdos bañados de tristeza, sintió que una esperanza comenzaba a surgir con fuerza.

Su sangre comenzó a agitarse acelerada. Su piel dejó de estar tan pálida para coger un tono rosáceo. El tono de los vivos, de los que sonríen, de los ilusionados…

Y mirando por la ventana, tocándose sus tatuajes más preciados, miró al cielo. 

Y mientras sus pupilas observaban el dulce aleteo de los copos escarchados, su cuerpo se desperezó y comenzó a bailar simulando ese vaivén taciturno y lento que parecía descifrar la melodía de un tango en silencio. 

Y mientras sus pupilas observaban el dulce aleteo de los copos escarchados sus labios pronunciaron: 

- ¡Parecen fragmentos de seda. Trocitos pequeños de las alas de un ángel blanco!

Y al escuchar el eco de su voz, no pudo evitar sonreír. Porque ella sabía que tenía dos ángeles, dos ángeles que siempre estaban con ella.

- ¡Gracias por espolvorear vuestra pureza y demostrarme que seguís aquí, a mi lado! – gritó en silencio para ella misma, antes de volver a sonreír.

Y apoyada sobre el cristal de la ventana, siguió mirando como los delgados copos de nieve seguían su baile lento desde el cielo hasta llegar al suelo.

Mientras unos se iban fundiendo otros bailaban despreocupados precipitándose entre el viento.

Mientras unos se iban fundiendo…en su alma latía una esperanza. 

La esperanza de congelar los recuerdos bonitos para que durasen toda la vida y evaporar la tristeza de los agrios recuerdos, fundiéndolos gracias a las sonrisas producidas por los buenos. 

- ¡Fragmentos de las alas de ángeles blancos que siguen estando cerca, no estando! – fueron sus últimas palabras.

- Copos escarchados de magia angelical que desprende la naturaleza… - fueron las mías.


3 comentarios:

  1. Es un relato precioso, según veo cargado de nostalgia ^ ^
    Desde luego no hay nada más hermoso que la propia naturaleza :)

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  2. ¿Quién teme al frío cuando sus copos destilan magia? Felicidades por saber recordar con una sonrisa, no todo el mundo ha aprendido a hacerlo. Un abrazo ^^

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  3. Qué bello. Me invitó a soñar despierta, como si fuera un lindo recuerdo.
    Felicidades :D
    Un abrazo :)

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