Al abrirla pude comprobar que se trataba de una caja
de cerrillas finas. Unas estaban consumidas, otras desprendían lágrimas
azabaches y otras permanecían con su cabeza de color granate intacta.
Al vaciar la caja sobre la mesa me encontré con que
en el cartón interior había escrita una palabra en tinta roja.
La palabra que brillaba como si tuviese vida propia:
SUEÑOS, dejó un nudo en mi garganta.
No pude evitar pensar en todos y cada uno de ellos.
Últimamente los había dejado un poco olvidados. Y ellos habían venido para
hablar y ser escuchados.
Mi sangre lo presentía…
Al instante una luz cegó mis ojos cerrándolos y su
intensidad descendió para dar paso a la oscuridad.
Ante mis retinas comenzó a desfilar un conjunto de
imágenes a color y en blanco y negro, que desdibujadas me fueron mostrando mi
realidad.
A cada sueño relatado una cerilla se encendía para
apagarse una vez consumida segundos después. Había otras que se encendían para
no apagarse y permanecían iluminadas sin consumirse, a cada suspiro de su llama
desprendían unas pequeñas lágrimas de fuego y cera negra. Y había un gran
número de ellas que al ser frotadas sobre el fósforo no encendían, permanecían
vírgenes.
Supe entonces que esa caja de cerillas eran todos
mis sueños. Los cumplidos, los que aún estaban latentes dentro de mi sangre, y que
las cerrillas que no encendían eran aquellos sueños con los que mi corazón aún
no había soñado pero que seguro que en un futuro lo haría.
Estaban todos allí, juntos, marcando un antes y un
después, describiendo en pocos instantes mis anhelos e ilusiones.
Estaban todos allí, ayudándome a descifrar lo
verdaderamente importante. Mostrándome que pasara lo que pasara nunca debía
perder de vista esos sueños y anhelos que me hacían ser yo.
Supe que debía atesorar mi caja de sueños para que
nadie que no fuese yo la utilizase. Eran mis sueños, y nadie tenía derecho a tocarlos. Era únicamente yo la
que debía decidir si quería compartirlos o vivirlos en soledad.
Era únicamente yo la que debía decidir si valía la
pena luchar por ellos.
Decidí que solo las personas más privilegiadas
formarían parte de ellos y los vivirían a mi lado. Pero que nadie tendría el
valor suficiente para decirme que los dejase a un lado, que no luchase por
ellos.
Porque los sueños son los que nos ayudan a tirar
hacia adelante junto al amor.
Porque de sueños está lleno nuestro corazón. Porque
sueños se desprenden de nuestras pupilas dando sentido a nuestras miradas.
Porque sueños es lo que somos cuando estamos
durmiendo y cuando estamos despiertos.
Porque nuestros sueños son los que hacen que la vida
al despertar sea un continuo sueño por el que vale la pena luchar.
Porque somos los protagonistas de nuestros sueños y
personajes secundarios en los sueños de otros.
Porque todo lo somos está impregnado de sueños.
Sueños. Cerillas latentes y consumidas, cerillas que
están por prender, y las que prenderán con el paso del tiempo.
Sueños.
Y todos ellos, guardados dentro de una pequeña caja
blanca decorada con una lluvia de letras sin sentido, cuya tipografía era de
diferentes tamaños y colores.
Todos mis sueños descritos por letras y refugiados
dentro de ellas.
¡Me ha encantado este texto sobre los sueños, Rebeca!
ResponderEliminarEres una escritora profunda y superlírica.
El inicio de este texto es especialmente precioso.
¡Nunca dejes de escribir!